Cuando los dedos buscan la piel con ansias
los cuerpos piden amor de esquina,
los labios brillan pidiendo besos,
la mano sueña que cura heridas.
La voz se quiebra al perder la falda
la noche guarda el olor a olvido,
las piernas buscan abrir la cama
las bocas callan las despedidas.
Cuando el momento es corto y la espera larga
la luna sale y te da la espalda.
Cuando la lengua calla el silencio habla,
el orgullo logra ganarle al alma.
Cuando te quiere a veces comer a besos,
te quiere luego olvidar dormido.
Cuando te deja un rastro sabor a sexo
te deja solo a pelear contigo.
Cuando el recuerdo quita deseos y ganas
Cuando el orgullo deja un lugar vacío
La calma solo la tiene el alba,
la risa es buena contra el hastío.
Se agita el viento bajo su blusa
se pinta rosa toda su cara,
se vuelve tuya y te da las gracias,
sabes que no volverá mañana.
martes, 21 de octubre de 2008
lunes, 20 de octubre de 2008
Sueños mojados que sequen llantos
Lágrimas que caigan en hombros extraños
Culpas sin misas ni plegarias
Risas sin prisa ni malos ratos.
Besos que curen promesas y años
Lenguas que saquen las pesadillas
Ruidos que espanten los malos sueños,
Voces que traigan los buenos días
Cuerpos que bailen al son del acto,
manos que curen tu piel herida
Ojos que griten tu nombre al verte
dedos que pinten tus noches frías
Almas que encuentren paz en tu cama
Biblias sin letras para escribirlas
Templos sin nombre para guardarse
Labios que inspiren tu melodía.
Lágrimas que caigan en hombros extraños
Culpas sin misas ni plegarias
Risas sin prisa ni malos ratos.
Besos que curen promesas y años
Lenguas que saquen las pesadillas
Ruidos que espanten los malos sueños,
Voces que traigan los buenos días
Cuerpos que bailen al son del acto,
manos que curen tu piel herida
Ojos que griten tu nombre al verte
dedos que pinten tus noches frías
Almas que encuentren paz en tu cama
Biblias sin letras para escribirlas
Templos sin nombre para guardarse
Labios que inspiren tu melodía.
martes, 7 de octubre de 2008
Antes de que lo olvide.
Quiero recordar la calle de mi infancia, con su viejo refugiado español que caminaba y me decía “guapa”.
El que dejó su patria y llegó a otra. Igual que mi madre; igual que yo ahora. Mas aún pienso que no hay más patria que el amor ni más vida que la hecha. Aunque se haga la vida de memorias, nostalgia y pasos perdidos y pasados. Aunque nos guste llorarla sin pensar en lo que viene y seguir sin aprender de lo que fue.
Quiero quedarme con mi padre aún joven y mi hermana aún niña. Ahora los dos usan batas; y curan a perros y a niños tristes o mujeres sin hijos.
Quiero volver a la cuadra de atrás cuando era aún grande para las escondidillas, antes de que fuera pequeña para estacionarse.
Quiero volver a odiar al Sabina y al fútbol. Allá cuando aún no me dolía la música de mi padre ni entendía del nacionalismo o los mundiales.
Quiero tener a mi madre bailando siempre. Con su flamenco y su arte. Con la Andalucía que dejó en España y la que trajo a México. Quiero terminarme la paella aunque no me guste.
Quiero que mis abuelos regresen. Volverme a sentar en el huerto con uno y comer tomates; mirar al otro serio en el sillón, con sus reconocimientos, su psiquiatría y un montón de gente en casa.
Seguir escuchando siempre a mi abuela reírse y hablar con nostalgia del México que se llevó a su hija y el cielo al que se fue la otra; quiero odiar a Franco con las ganas de ella y recordar el hambre con sus ojos.
Quiero que mi otra abuela siga escribiendo y tocando la harmónica siempre desde su casa al sur de la ciudad; quiero volver a leer todos sus libros. Quiero tener su silencio y su paz.
Quiero guardar mi vida de a poquito para no perderla ni perderme. Irme a la cama a las ocho. Esconderme bajo las escaleras en el Kinder para no entrar a clases con mi primer amiga y una baraja.
Volver a temerle a la vieja directora de la escuela que era inglesa y andaba en silla de ruedas.
Quiero volver a jugar con mis primos; descubrir con sorpresa que los Reyes Magos sabían que éramos primas y nos traían la misma ropa en distintos colores.
Quiero escuchar otra vez a Cri Cri, llorar con la Muñeca Fea y creerme sobrina de un tal Gamboín.
Volver al calor de Granada cada verano, a las escopetas de mis tíos y al olor a monte y a olivo.
Quiero volver a casa de la tía Isabel cada 24 de diciembre. A la mesa con más de veinte para los festejos y dejar que las lágrimas caigan sin pena antes de irme a dormir después de los abrazos.
Quiero cumplir alguna vez mis propósitos y escuchar con atención las historias de familia. Volver a correr libre en el parque cuando el parque era el mundo y del mundo sabía poco.
Quiero volver a Chacahua, a mis tíos los hippies y a la combi descompuesta de mi padre.
Volver al segundo grado cuando me hablaron de la conquista y le enseñé a la maestra del respeto a los españoles.
Quiero recordar lo que en su momento pensé era mi primer amor; ese chico de ojos grandes que me buscaba y me enseñó que el que no se cansa, alcanza.
Quedarme con ese día que desabrochó mi camisa una noche de invierno en el coche de un amigo.
Cuando empecé a pensar que las monjas sabían menos que yo y que esa cajita del pudor de la que hablaban, sabía mejor cuando estaba abierta.
Quiero volver a llorarle al amor sin conocerlo. Volver a temerle a la dirección y no a la vida.
Quiero volver a creer en Dios. Leer otra vez la vida de Víctor Jara.
Ser Julieta o Dulcinea de nuevo en las obras de escuela.
Quiero ponerme otra vez la corbata y las calcetas altas para ir al colegio. Odiar el uniforme y a la niña que creía saberlo todo.
Quiero dejar de ser adulto y de pensar en los errores del pasado.
Emborracharme por vez primera en Ixtapa y ésta vez, dejarme llevar por ese chico desconocido al rincón lejos del resto.
Quiero pensar menos y vivir más.
Sentarme una tarde cualquiera en un café con el Gabo y la Negra cuando pensábamos haber crecido y saberlo todo.
Quiero volver a creer que amaba una y otra vez cuando no era cierto. Pasar una tarde romántica viendo al Alex Lora en lugar del noticiero.
Volver a Acaxochitlán; a las noches con linternas e historias de fantasmas.
Quiero creerme revolucionaria y mudarme de nuevo a Barcelona.
Quiero descubrir una vez más, con los ojos y el corazón abierto, la magia que años atrás había en las Ramblas. Quiero volver a reírme de la vida.
Estudiar fotografía otra vez y con más ganas. Fumar mis primeros porros y sentir esa risa en la panza.
Quiero subir otra vez el Tepozteco.
Descubrir de nuevo al Bob Dylan, a José Alfredo y a Serrat.
Quiero sentarme en cualquier banqueta con una caguama y aquél moribundo que una noche creyó yo era un ángel.
Quiero volver a ser niña, a querer ser madre y doctora o cantante.
Recordar a Alicia y olvidar el día que descubrí la guerra al lado de esos dos niños yugoslavos que adoptaban mis tíos cada verano.
Quiero olvidarme de la muerte y recordar el día que me perdonó en vida.
Quiero conocer otra vez a mi hombre tras haber olvidado a mi mujer y entender, que el amor no se entiende.
Volver a pescar con el Platos, el Mudo y el Compadre. Y ésta vez, soltar esa langosta que me miraba y saltaba desesperada por salvar su vida mientras yo leía a Proust y el resto buceaba.
Quiero aprender a pintar. Volver a la escuela de periodismo; a los buenos amigos y las buenas fiestas. Llorar otra vez ante ése maestro o aprovecharme del otro que me miraba indiscreto.
Quiero correr sin reparo sintiendo la brisa en mi cara y el calor en mi frente.
Beber despacio, comer conciente.
Vivir cada noche como una y ninguna; seguir soñando con los pies en la luna.
El que dejó su patria y llegó a otra. Igual que mi madre; igual que yo ahora. Mas aún pienso que no hay más patria que el amor ni más vida que la hecha. Aunque se haga la vida de memorias, nostalgia y pasos perdidos y pasados. Aunque nos guste llorarla sin pensar en lo que viene y seguir sin aprender de lo que fue.
Quiero quedarme con mi padre aún joven y mi hermana aún niña. Ahora los dos usan batas; y curan a perros y a niños tristes o mujeres sin hijos.
Quiero volver a la cuadra de atrás cuando era aún grande para las escondidillas, antes de que fuera pequeña para estacionarse.
Quiero volver a odiar al Sabina y al fútbol. Allá cuando aún no me dolía la música de mi padre ni entendía del nacionalismo o los mundiales.
Quiero tener a mi madre bailando siempre. Con su flamenco y su arte. Con la Andalucía que dejó en España y la que trajo a México. Quiero terminarme la paella aunque no me guste.
Quiero que mis abuelos regresen. Volverme a sentar en el huerto con uno y comer tomates; mirar al otro serio en el sillón, con sus reconocimientos, su psiquiatría y un montón de gente en casa.
Seguir escuchando siempre a mi abuela reírse y hablar con nostalgia del México que se llevó a su hija y el cielo al que se fue la otra; quiero odiar a Franco con las ganas de ella y recordar el hambre con sus ojos.
Quiero que mi otra abuela siga escribiendo y tocando la harmónica siempre desde su casa al sur de la ciudad; quiero volver a leer todos sus libros. Quiero tener su silencio y su paz.
Quiero guardar mi vida de a poquito para no perderla ni perderme. Irme a la cama a las ocho. Esconderme bajo las escaleras en el Kinder para no entrar a clases con mi primer amiga y una baraja.
Volver a temerle a la vieja directora de la escuela que era inglesa y andaba en silla de ruedas.
Quiero volver a jugar con mis primos; descubrir con sorpresa que los Reyes Magos sabían que éramos primas y nos traían la misma ropa en distintos colores.
Quiero escuchar otra vez a Cri Cri, llorar con la Muñeca Fea y creerme sobrina de un tal Gamboín.
Volver al calor de Granada cada verano, a las escopetas de mis tíos y al olor a monte y a olivo.
Quiero volver a casa de la tía Isabel cada 24 de diciembre. A la mesa con más de veinte para los festejos y dejar que las lágrimas caigan sin pena antes de irme a dormir después de los abrazos.
Quiero cumplir alguna vez mis propósitos y escuchar con atención las historias de familia. Volver a correr libre en el parque cuando el parque era el mundo y del mundo sabía poco.
Quiero volver a Chacahua, a mis tíos los hippies y a la combi descompuesta de mi padre.
Volver al segundo grado cuando me hablaron de la conquista y le enseñé a la maestra del respeto a los españoles.
Quiero recordar lo que en su momento pensé era mi primer amor; ese chico de ojos grandes que me buscaba y me enseñó que el que no se cansa, alcanza.
Quedarme con ese día que desabrochó mi camisa una noche de invierno en el coche de un amigo.
Cuando empecé a pensar que las monjas sabían menos que yo y que esa cajita del pudor de la que hablaban, sabía mejor cuando estaba abierta.
Quiero volver a llorarle al amor sin conocerlo. Volver a temerle a la dirección y no a la vida.
Quiero volver a creer en Dios. Leer otra vez la vida de Víctor Jara.
Ser Julieta o Dulcinea de nuevo en las obras de escuela.
Quiero ponerme otra vez la corbata y las calcetas altas para ir al colegio. Odiar el uniforme y a la niña que creía saberlo todo.
Quiero dejar de ser adulto y de pensar en los errores del pasado.
Emborracharme por vez primera en Ixtapa y ésta vez, dejarme llevar por ese chico desconocido al rincón lejos del resto.
Quiero pensar menos y vivir más.
Sentarme una tarde cualquiera en un café con el Gabo y la Negra cuando pensábamos haber crecido y saberlo todo.
Quiero volver a creer que amaba una y otra vez cuando no era cierto. Pasar una tarde romántica viendo al Alex Lora en lugar del noticiero.
Volver a Acaxochitlán; a las noches con linternas e historias de fantasmas.
Quiero creerme revolucionaria y mudarme de nuevo a Barcelona.
Quiero descubrir una vez más, con los ojos y el corazón abierto, la magia que años atrás había en las Ramblas. Quiero volver a reírme de la vida.
Estudiar fotografía otra vez y con más ganas. Fumar mis primeros porros y sentir esa risa en la panza.
Quiero subir otra vez el Tepozteco.
Descubrir de nuevo al Bob Dylan, a José Alfredo y a Serrat.
Quiero sentarme en cualquier banqueta con una caguama y aquél moribundo que una noche creyó yo era un ángel.
Quiero volver a ser niña, a querer ser madre y doctora o cantante.
Recordar a Alicia y olvidar el día que descubrí la guerra al lado de esos dos niños yugoslavos que adoptaban mis tíos cada verano.
Quiero olvidarme de la muerte y recordar el día que me perdonó en vida.
Quiero conocer otra vez a mi hombre tras haber olvidado a mi mujer y entender, que el amor no se entiende.
Volver a pescar con el Platos, el Mudo y el Compadre. Y ésta vez, soltar esa langosta que me miraba y saltaba desesperada por salvar su vida mientras yo leía a Proust y el resto buceaba.
Quiero aprender a pintar. Volver a la escuela de periodismo; a los buenos amigos y las buenas fiestas. Llorar otra vez ante ése maestro o aprovecharme del otro que me miraba indiscreto.
Quiero correr sin reparo sintiendo la brisa en mi cara y el calor en mi frente.
Beber despacio, comer conciente.
Vivir cada noche como una y ninguna; seguir soñando con los pies en la luna.
viernes, 3 de octubre de 2008
Hijo mío:
Anda, ven. Déjame acercarte esta flama que tanto te asusta. Déjame ver tus ojos incrédulos cerrarse por no verme .
Deja que mi amor se convierta en tuyo y tus manos mías.
Soy el abismo que te confunde, la marea que precede al todo y la palabra que te calla.
Soy quien te sigue de lejos, a quien ves en el espejo; dador de vida, sicario prudente; causa y delirio, la vida sin muerte.
(Soy los pasos del vecino, la razón del delito y la mirada de enfrente.)
Anda; mírame sin miedo que no esperaba encontrarte santo a estas alturas ni inmune ante el engaño.
¿Cuántos labios besaste? ¿Cuántas noches ingratas olvidaste buscarme?
Lo sé todo, no hace falta que lo digas.
Sé que ahora piensas te has vuelto loco al oírme.
Que dicen los hombres que la ciencia no engaña. Me divierte la fe de los científicos porque al fin y al cabo es fe.
¿Recuerdas que antes de querer ser médico querías ser cura? No te culpo, el sacerdocio a mí también me hubiera aburrido. Aún eso lo decías cuando eras niño y estabas más libre del mundo. Ahora ya no importa.
He venido porque escuché que buscabas la muerte. Y te miro ahí tendido sin valor para verme.
La muerte está ocupada hijo mío; y tú la llamas, imprudente.
¿No ves que afuera y en todas partes a destiempo la aclaman?
La muerte hoy debe estar alerta en todo el mundo. Es la estrella del noticiero que tanto vende. De Irak a Somalia, a México o a España; por Finlandia o Pakistán, a China o a Tailandia. Va al sótano del asesino, a los sueños del teniente o en el auto con Malverde.
La muerte no tiene tiempo para tonterías. Ayer, aunque ella no quiso, tuvo que llevarse a un par de niños del Sur. Dicen; fue un error de la guerrilla.
Hace unos meses, por su elevado trabajo, vino la muerte a buscarme. “Renuncio a los suicidas”; me dijo; ¿y quién era yo para culparle?
Así que anda, hijo mío; duerme y disfruta la resaca de mañana. Volverás al diario, al trabajo y a la mujer que no te ama. Te saludarán en el bar de siempre. Verás a un niño y te hará reír. Contarás los días, las horas y las deudas. Y luego un día, cuando menos te lo esperes, bajará la muerte a buscarte; y por más que implores que te deje, será tiempo de marcharte.
Deja que mi amor se convierta en tuyo y tus manos mías.
Soy el abismo que te confunde, la marea que precede al todo y la palabra que te calla.
Soy quien te sigue de lejos, a quien ves en el espejo; dador de vida, sicario prudente; causa y delirio, la vida sin muerte.
(Soy los pasos del vecino, la razón del delito y la mirada de enfrente.)
Anda; mírame sin miedo que no esperaba encontrarte santo a estas alturas ni inmune ante el engaño.
¿Cuántos labios besaste? ¿Cuántas noches ingratas olvidaste buscarme?
Lo sé todo, no hace falta que lo digas.
Sé que ahora piensas te has vuelto loco al oírme.
Que dicen los hombres que la ciencia no engaña. Me divierte la fe de los científicos porque al fin y al cabo es fe.
¿Recuerdas que antes de querer ser médico querías ser cura? No te culpo, el sacerdocio a mí también me hubiera aburrido. Aún eso lo decías cuando eras niño y estabas más libre del mundo. Ahora ya no importa.
He venido porque escuché que buscabas la muerte. Y te miro ahí tendido sin valor para verme.
La muerte está ocupada hijo mío; y tú la llamas, imprudente.
¿No ves que afuera y en todas partes a destiempo la aclaman?
La muerte hoy debe estar alerta en todo el mundo. Es la estrella del noticiero que tanto vende. De Irak a Somalia, a México o a España; por Finlandia o Pakistán, a China o a Tailandia. Va al sótano del asesino, a los sueños del teniente o en el auto con Malverde.
La muerte no tiene tiempo para tonterías. Ayer, aunque ella no quiso, tuvo que llevarse a un par de niños del Sur. Dicen; fue un error de la guerrilla.
Hace unos meses, por su elevado trabajo, vino la muerte a buscarme. “Renuncio a los suicidas”; me dijo; ¿y quién era yo para culparle?
Así que anda, hijo mío; duerme y disfruta la resaca de mañana. Volverás al diario, al trabajo y a la mujer que no te ama. Te saludarán en el bar de siempre. Verás a un niño y te hará reír. Contarás los días, las horas y las deudas. Y luego un día, cuando menos te lo esperes, bajará la muerte a buscarte; y por más que implores que te deje, será tiempo de marcharte.
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