Quiero recordar la calle de mi infancia, con su viejo refugiado español que caminaba y me decía “guapa”.
El que dejó su patria y llegó a otra. Igual que mi madre; igual que yo ahora. Mas aún pienso que no hay más patria que el amor ni más vida que la hecha. Aunque se haga la vida de memorias, nostalgia y pasos perdidos y pasados. Aunque nos guste llorarla sin pensar en lo que viene y seguir sin aprender de lo que fue.
Quiero quedarme con mi padre aún joven y mi hermana aún niña. Ahora los dos usan batas; y curan a perros y a niños tristes o mujeres sin hijos.
Quiero volver a la cuadra de atrás cuando era aún grande para las escondidillas, antes de que fuera pequeña para estacionarse.
Quiero volver a odiar al Sabina y al fútbol. Allá cuando aún no me dolía la música de mi padre ni entendía del nacionalismo o los mundiales.
Quiero tener a mi madre bailando siempre. Con su flamenco y su arte. Con la Andalucía que dejó en España y la que trajo a México. Quiero terminarme la paella aunque no me guste.
Quiero que mis abuelos regresen. Volverme a sentar en el huerto con uno y comer tomates; mirar al otro serio en el sillón, con sus reconocimientos, su psiquiatría y un montón de gente en casa.
Seguir escuchando siempre a mi abuela reírse y hablar con nostalgia del México que se llevó a su hija y el cielo al que se fue la otra; quiero odiar a Franco con las ganas de ella y recordar el hambre con sus ojos.
Quiero que mi otra abuela siga escribiendo y tocando la harmónica siempre desde su casa al sur de la ciudad; quiero volver a leer todos sus libros. Quiero tener su silencio y su paz.
Quiero guardar mi vida de a poquito para no perderla ni perderme. Irme a la cama a las ocho. Esconderme bajo las escaleras en el Kinder para no entrar a clases con mi primer amiga y una baraja.
Volver a temerle a la vieja directora de la escuela que era inglesa y andaba en silla de ruedas.
Quiero volver a jugar con mis primos; descubrir con sorpresa que los Reyes Magos sabían que éramos primas y nos traían la misma ropa en distintos colores.
Quiero escuchar otra vez a Cri Cri, llorar con la Muñeca Fea y creerme sobrina de un tal Gamboín.
Volver al calor de Granada cada verano, a las escopetas de mis tíos y al olor a monte y a olivo.
Quiero volver a casa de la tía Isabel cada 24 de diciembre. A la mesa con más de veinte para los festejos y dejar que las lágrimas caigan sin pena antes de irme a dormir después de los abrazos.
Quiero cumplir alguna vez mis propósitos y escuchar con atención las historias de familia. Volver a correr libre en el parque cuando el parque era el mundo y del mundo sabía poco.
Quiero volver a Chacahua, a mis tíos los hippies y a la combi descompuesta de mi padre.
Volver al segundo grado cuando me hablaron de la conquista y le enseñé a la maestra del respeto a los españoles.
Quiero recordar lo que en su momento pensé era mi primer amor; ese chico de ojos grandes que me buscaba y me enseñó que el que no se cansa, alcanza.
Quedarme con ese día que desabrochó mi camisa una noche de invierno en el coche de un amigo.
Cuando empecé a pensar que las monjas sabían menos que yo y que esa cajita del pudor de la que hablaban, sabía mejor cuando estaba abierta.
Quiero volver a llorarle al amor sin conocerlo. Volver a temerle a la dirección y no a la vida.
Quiero volver a creer en Dios. Leer otra vez la vida de Víctor Jara.
Ser Julieta o Dulcinea de nuevo en las obras de escuela.
Quiero ponerme otra vez la corbata y las calcetas altas para ir al colegio. Odiar el uniforme y a la niña que creía saberlo todo.
Quiero dejar de ser adulto y de pensar en los errores del pasado.
Emborracharme por vez primera en Ixtapa y ésta vez, dejarme llevar por ese chico desconocido al rincón lejos del resto.
Quiero pensar menos y vivir más.
Sentarme una tarde cualquiera en un café con el Gabo y la Negra cuando pensábamos haber crecido y saberlo todo.
Quiero volver a creer que amaba una y otra vez cuando no era cierto. Pasar una tarde romántica viendo al Alex Lora en lugar del noticiero.
Volver a Acaxochitlán; a las noches con linternas e historias de fantasmas.
Quiero creerme revolucionaria y mudarme de nuevo a Barcelona.
Quiero descubrir una vez más, con los ojos y el corazón abierto, la magia que años atrás había en las Ramblas. Quiero volver a reírme de la vida.
Estudiar fotografía otra vez y con más ganas. Fumar mis primeros porros y sentir esa risa en la panza.
Quiero subir otra vez el Tepozteco.
Descubrir de nuevo al Bob Dylan, a José Alfredo y a Serrat.
Quiero sentarme en cualquier banqueta con una caguama y aquél moribundo que una noche creyó yo era un ángel.
Quiero volver a ser niña, a querer ser madre y doctora o cantante.
Recordar a Alicia y olvidar el día que descubrí la guerra al lado de esos dos niños yugoslavos que adoptaban mis tíos cada verano.
Quiero olvidarme de la muerte y recordar el día que me perdonó en vida.
Quiero conocer otra vez a mi hombre tras haber olvidado a mi mujer y entender, que el amor no se entiende.
Volver a pescar con el Platos, el Mudo y el Compadre. Y ésta vez, soltar esa langosta que me miraba y saltaba desesperada por salvar su vida mientras yo leía a Proust y el resto buceaba.
Quiero aprender a pintar. Volver a la escuela de periodismo; a los buenos amigos y las buenas fiestas. Llorar otra vez ante ése maestro o aprovecharme del otro que me miraba indiscreto.
Quiero correr sin reparo sintiendo la brisa en mi cara y el calor en mi frente.
Beber despacio, comer conciente.
Vivir cada noche como una y ninguna; seguir soñando con los pies en la luna.